jueves, septiembre 15, 2005

Un homenaje a los colombianos que viven en el exterior.

"Solo le pido a Dios
Que el futuro no me sea indiferente...
Desahuciado está el que tiene que marchar,
A vivir una cultura diferente".

Esta estrofa de Solo le pido a Dios, de León Giecco, demuestra lo que siento por aquellos colombianos que han tenido que renunciar a su tierra y a su gente, por alcanzar sus sueños o por buscar un mejor vivir.
Admiro esa fortaleza que muestran, cuando dan la espalda para continuar su camino, no como renunciantes, sino como seres que luchan por la conquista de sus sueños. Esas mujeres que han llegado a Estados Unidos, padeciendo las penurias y los peligros de la frontera de México y Estados Unidos, para conseguir un puesto en cualquier actividad decente, que les permita sobrevivir y ahorrar para sus familias... son verdaderas heroínas que merecen el reconocimiento.
Otros han buscado mejorar su calidad de vida y, ante la falta de oportunidades, han decidido conquistar sus cumbres en otros países, asumiendo con entereza la soledad, la adaptación a nuevas costumbres y en algunas ocasiones, el desprecio que reciben por ser colombianos.
Unos más, han tenido que salir a la fuerza de Colombia: perseguidos por sus convicciones, por sus ideas y palabras; son condenados al destierro y sin embargo, en esa condición, levantan sus cabezas y emprenden con una fuerza inusitada el camino que les permitirá, además de conservar la vida, buscar mejores horizontes para sus ideas y palabras.
Y hay más: algunos se van del país como un acto de amor, siguiendo a ese príncipe o a la princesa que les robó el corazón: no importan los sacrificios, ni el continuo traslado de un lugar a otro... están con el amor de sus vidas y eso les da la felicidad. Tanto han conquistado algunas de estas últimas, que hoy son prometedoras empresarias en Europa.
Pero llega el momento del regreso. Llega un misterioso tiempo en que algo nos jala, nos atrae como un imán que arrastra nuevamente a la tierra que nos vio nacer. Nadie lo puede explicar con claridad: unos hablamos de la comida. Otros de los amigos, de la familia, de la gente. Unos más se dejan seducir por los recuerdos de algunos parajes cuyo reencuentro es impostergable.
Tierra, comida, gente, amigos, parajes, son las excusas para obedecer el llamado que sienten en el corazón. Comienzan a trabajar con más ahínco para el retorno. De pronto se ven en los grandes almacenes, comprando obsequios para demostrar que siempre tuvieron presentes a los suyos.
No me gusta que los colombianos se vayan de su tierra, pero las razones para hacerlo son respetables, válidas e incluso dolorosas. Pero esta Colombia, con todos sus problemas, con el caos que nos caracteriza, con la pasión encendida que despierta en los corazones que aún viven; tarde o temprano obliga al regreso.
Y hoy me enteré del retorno a estas tierras de una persona que durante casi la mitad de su vida residió en varios países, aprendiendo, conociendo, peleando como gladiador por la conquista de sus sueños: y a fe que los alcanzó. Ahora, con la bandera en la cumbre, este colombiano decidió regresar a Colombia para hacer algo por su tierra, para compartir sus conocimientos y sus experiencias en una búsqueda que podrá sonar utópica: la construcción del país.
A ese colombiano que mañana retorna, como a todos los que algún día decidan regresar para aportar decididamente a la construcción de Colombia, aquí, en Atrabilioso los estaremos esperando con los brazos y los oídos abiertos, pues sabemos que sus aportes y palabras serán importantes para el crecimiento de esta nación de la que muchos denigran, pero cuya construcción y desarrollo es un reto colectivo que estamos dispuestos a asumir: los que viven lejos y los que aún permanecemos aquí.
Bienvenido CAMPEÓN... tu tierra, tu familia y tu gente te reclamábamos. Hoy Atrabilioso quiere rendir un homenaje a los colombianos buenos que viven en el exterior, a los que siguen allá, a los que viven aquí y quieren emigrar y claro, también a los que regresan cargados de conocimientos y experiencia.

miércoles, septiembre 14, 2005

¿Qué pasa con la seguridad en Florencia ?

El secuestro de un avión era, generalmente, un asunto de gravedad en el que se temía siempre por la vida de los ocupantes del aparato. Después del 11 de septiembre, este delito impacta más profundamente a la sociedad, pues no se saben, a ciencia cierta, las intenciones de los secuestradores.
El lunes pasado, un paralítico y su hijo secuestraron el avión de Aires que cubría la ruta Florencia – Neiva – Bogotá. La razón del secuestro: que el Consejo de Estado le negó al secuestrador una indemnización por la invalidez, pues presentó la reclamación cuando ya hacía mucho tiempo habían prescrito los términos.
En Colombia el secuestro de aeronaves de cobertura regional se incrementó en los últimos años: en septiembre de 2000, un avión de Aires fue desviado por el guerrillero Arnobio Ramos, quien desvió e hizo aterrizar la aeronave en San Vicente del Caguán.
El 12 de abril de 2002, el ELN secuestró un avión de Avianca cuando cubría la ruta Bucaramanga – Bogotá; lo hizo aterrizar y retuvo a todos los ocupantes. En enero de 2001, Carlos Salazar, un guerrillero de las Farc secuestró un avión de Satena en San Vicente del Caguán y obligó a la tripulación a aterrizar en Bogotá. De igual forma, el 20 de febrero de 2002 las Farc secuestraron un avión de Aires que despegó de Florencia y lo obligaron a aterrizar en una carretera del Huila. En el avión viajaba el congresista Jorge Eduardo Gechem, quien aún permanece secuestrado por el grupo narcoterrorista y está en la lista de canjeables.
Sin embargo, cinco secuestros de aeronaves en un lustro, constituyen un fuerte llamado de atención sobre la seguridad en los terminales aéreos del país, en especial en los aeródromos regionales, pues tres de los incidentes se han producido en el aeropuerto Gustavo Artunduaga de Florencia, Caquetá, y en los aviones de la misma aerolínea.
¿Qué está pasando en el aeropuerto de Florencia? Al hacer esta pregunta, las autoridades se apresuraron a culpar a la empresa de vigilancia privada que tiene la responsabilidad del primer anillo de seguridad en el terminal aéreo de la capital del Caquetá. Lo preocupante es que un individuo pueda burlar todas las medidas de seguridad, ingresar dos granadas de fragmentación y no ser detectado ni por las autoridades ni por los vigilantes privados.
El comunicado de la Presidencia de la República pide que la Aerocivil investigue el asunto, haciendo énfasis en la empresa de vigilancia del Gustavo Artunduaga: nada más fácil que culpar a un contratista por las fallas de todo un sistema de seguridad.
¿La Aerocivil si supervisa la vigilancia en los aeropuertos? Es que tres enormes fallas de seguridad ya no son casualidad: son indicadores de una falla estructural del dispositivo y ponen de manifiesto la desidia para ejercer controles efectivos en tierra.
No se puede ocultar: el director de la Aeronáutica Civil, Fernando Sanclemente, puede salir ante los medios y asumir la responsabilidad, pero lo cierto es que su gestión es un completo fracaso: un secuestro, la crisis y fallas de West Caribean, dos accidentes de aviones privados (el último ocurrió en el Olaya Herrera de Medellín mientras el país estaba pendiente del secuestro del avión de Aires) son motivos suficientes para que dé un paso al costado e impulse con su salida una seria revisión a todo el sistema aeronáutico del país.
Pero también hay una coincidencia molesta: tres de los cinco incidentes han ocurrido en aviones de la misma empresa. Según los protocolos internacionales de seguridad aérea, las compañías deben tener participación en las medidas de seguridad que se toman para la protección de sus vuelos: por ejemplo, el Gobierno de Estados Unidos exige a las aerolíneas internacionales llevar oficiales armados de la policía en sus vuelos, además de otras medidas como mayor seguridad en tierra y el refuerzo de puertas blindadas.
Lo evidente es que Aires ha sido negligente en materia de seguridad en tierra, posiblemente por ahorrarse unos pesos a costa de la vida y de la seguridad de los usuarios. En este sentido, Aires también debe responder por estas situaciones repetidas que por ahora y por fortuna, han salido bien, pero que pueden ser motivadoras para algún cabecilla oligarca que quiera causar un gran impacto terrorista en la nación.

Información relacionada: EEUU quita responsabilidad antiterrorista a aerolíneas.

lunes, septiembre 12, 2005

Venezuela debe explicar la fuga de El Boyaco

Se sabe que el frente 16 de las Farc, al mando del Negro Acacio, es el más activo en el negocio del narcotráfico. Entre otras razones, por sus estrechos vínculos con los traficantes de otros países suramericanos, especialmente con los brasileños.
La cúpula de este frente figura desde hace varios meses en la lista de delincuentes internacionales de la INTERPOL, y según algunas informaciones de inteligencia, pretende independizarse de las Farc para no rendirle más cuentas al Secretariado ni entregarle parte de las utilidades del negocio, Sin embargo, que cosas, el segundo al mando de ese frente fue capturado en Caracas, Venezuela y, poco antes de su extradición se fugó de la cárcel.
Alias El Boyaco es el segundo cabecilla del frente 16 de las Farc. Durante mucho tiempo las autoridades le han seguido la pista. Finalmente, el 1 de octubre del año pasado, el narcoterrorista fue capturado por la Guardia Nacional de Venezuela y agentes de la DEA.
Al momento de su captura, el Boyaco presentó un documento de identidad venezolano. Claro, el narcoterrorista tiene otras identidades: José Adrián Rodríguez Buitrago, Raúl Buitrago, alias Chepe, José María Corredor, Jaime Sánchez y Carlos Alberto Henao, entre otros nombres que utiliza para evadir a la justicia.
Seis meses después de su captura, el 11 de junio de este año, logró evadirse de la sede de la Dirección General Sectorial de los Servicios de Inteligencia y Prevención DISIP sin dejar ningún rastro.
Sin embargo, la fuga es la punta del iceberg: El Boyaco no era un preso cualquiera: desde las instalaciones de la DISIP, el narcoterrorista continuó con sus actividades ilícitas, despachaba sus asuntos desde una de las celdas e incluso tenía la posibilidad de salir de la cárcel en horas de la noche para disfrutar de la vida caraqueña.
Además, el Boyaco disponía para su uso personal de computadora, fax, teléfono y acceso a Internet. Así mismo, los visitantes del narcoguerrillero dejaban excelentes propinas a los agentes de guardia, lo que le granjeó la simpatía dentro de los custodios adscritos a la DISIP. De igual forma, el Boyaco era admirado por su poder y por sus gustos refinados: se sabe que con frecuencia ordenaba platos preparados en exclusivos restaurantes de Caracas que le eran llevados hasta su celda. En resumen, el Boyaco disfrutaba de tantos privilegios y lujos como los que tuvo Pablo Escobar en La Catedral.
Ante la captura de El Boyaco, el gobierno colombiano solicitó su extradición. Todo estaba listo para la diligencia, pero un extraño recurso interpuesto ante el Tribunal Supremo de Justicia venezolano le otorgó un tiempo valioso al narcoterrorista para perfeccionar los detalles de su escape.
Y efectivamente el Boyaco escapó de las instalaciones de la DISIP. La fuga, según versiones oficiales de las autoridades venezolanas, quedó esclarecida gracias a la colaboración de un detenido singular: se trata de un suboficial de la armada de ese país, Pedro Sifontes, que también ha sido testigo importante para aclarar otros delitos enredosos para el gobierno venezolano como la masacre de Altamira, los atentados contra las sedes diplomáticas de España y Colombia y contra el edificio de Caracas Teleport.
Pero el testigo estrella posiblemente se retractará de sus denuncias, pues aseguró que solo recibió un adelanto de 200 mil bolívares, de los 2 millones prometidos, a cambio de incriminar a los agentes de bajo rango.
Muchas explicaciones tendría que dar el gobierno venezolano por esta situación, pero ya ha dado la mejor respuesta a las preguntas que podrían surgir: retiró el apoyo de su gobierno a la incómoda DEA, que seguramente comenzaría a indagar por los cómplices de más alto nivel que trataron al Boyaco como un jefe de Estado en desgracia y que permitieron la fuga del terrorista.